Arte mexicano hecho cerámica
Desde que la humanidad descubrió las propiedades de la tierra mezclada con agua, comenzó a formar con esa arcilla un imaginario inspirado en las divinidades y en el entorno natural. El trabajo artesanal en cerámica en México comenzó entre los años 2300-1500 a.C., al reemplazar con piezas moldeadas en barro los antiguos objetos labrados en piedra, hasta evolucionar en los preciosos trabajos que conocemos hoy en día.
Cuando el hombre del México antiguo dejó la vida nómada, y de cazador y recolector se convirtió en agricultor sedentario, se hizo alfarero.
—México Desconocido
Talavera de Puebla
El origen de la talavera es compartido entre México y España, ya que alrededor del año 1550, cuando los primeros españoles se asentaron en la ciudad de Puebla, la enseñanza de esta técnica proveniente de la provincia de Castilla-La Mancha tuvo gran auge debido a la destreza de los loceros poblanos. De hecho, el registro ante UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad pertenece a ambos países.
Su fabricación comprende cinco etapas: formado o modelado, primera cocción, esmaltado vidriado, diseño y pintura —en azul cobalto para las piezas más finas y multicolor para el resto de las piezas—, y segunda cocción a 1,050°C. Las altas temperaturas transforman los colores de las pinturas minerales al reaccionar con el esmalte, para dar un acabado vidriado.
Los motivos que se representan en las piezas de talavera son diseños y patrones geométricos muy elaborados, algunos inspirados en el arte morisco, que dan un aspecto refinado y muy bello.
Mayólica de Guanajuato
Durante la época de la Colonia, Guanajuato era un importante centro minero, y su auge económico dio como resultado el florecimiento de los talleres de cerámica que producían loza fina para la aristocracia, y loza común para el resto de la población.
Artículos de uso cotidiano como platos, ollas, tazones, frascos de farmacia, jarras y macetas, eran elaborados con decoraciones alusivas a animales, plantas y delicados trazos que forman rayas, grecas y volutas. Muchos de sus diseños parten de las piezas españolas, pero el ingenio de los alfareros mexicanos fue imprimiendo su propia estilo: más fresco y espontáneo.
El proceso de elaboración de la mayólica de Guanajuato es muy similar a la de Puebla: se elabora una pasta con barro y arcillas de la zona, se da forma a mano con ayuda de un torno de alfarero. La pieza se deja secar de cinco a siete días para después hornearla en una primera cocción llamada jahuete. Posteriormente se realiza el esmaltado o vidriado por el método de sumersión y entra a una segunda quema, para después retocarla y decorarla, y hornearla por tercera ocasión.
Árboles de la Vida de Metepec
Aunque los árboles de la vida se producen en diferentes estados como Puebla y Oaxaca, su origen se dio entre las comunidades mazahuas, otomíes, nahuas, tlahuicas y matlatzinca asentados en la región centro del país, en donde se encuentra el actual Pueblo Mágico de Metepec, la cuna de esta artesanía mexicana.
Cuenta la historia que los evangelizadores aprovecharon la tradición alfarera de este pueblo y moldeaban árboles de la vida para ayudarles a comprender los principios de la nueva religión que les era impuesta, la católica.
Su composición representaba en la parte más alta, una imagen de Dios y siete ramas que representaban los siete días en que creó la Tierra, y otros pasajes bíblicos.
La representación actual del árbol de la vida incluye, además de los elementos tradicionales, al sol y a la luna que enmarcan figuras de Adán y Eva rodeados de animales, frutos y flores que simbolizaban el paraíso; pasajes históricos; objetos, como juguetes o corazones. La imaginación del alfarero es el límite.
Barro negro de Oaxaca
El barro negro se fabrica en San Bartolo Coyotepec, en el estado de Oaxaca, utilizando técnicas ancestrales. Su origen data de la era prehispánica, dando fe de ello los restos de piezas de barro negro encontrados en Monte Albán, una importante ciudad de la cultura zapoteca.
La arcilla que es utilizada para crear esta maravilla artesanal se extrae de parajes a las afueras del pueblo. Después es moldeado en tornos, y se deja secar al sol durante cuatro días, para pulirlo —algunos artesanos utilizan cuarzos para el pulido—y se añaden detalles como los característicos calados. Se deja secar al sol una vez más por cuatro días y se procede con el horneado.
Hasta los años 50, estas piezas de alfarería tenían un tono gris opaco, pero se cuenta que Rosa Real Matero, ingenió un horno de dos bocas que se cerraban en una parte del horneado para reducir el oxígeno en el interior y evitar los tonos rojizos, lo que le aportó el brillo metálico que hoy en día conocemos.
Mata Ortiz de Chihuahua
Este estilizado trabajo de alfarería tiene su origen hace aproximadamente 600 años, entre las culturas que habitaban la antigua ciudad de Paquimé.
No fue sino hasta hace apenas 50 años, que esta tradición artesanal fue recuperada por Juan Quezada Celado, quien encontró pedazos de cerámica expuestos tras una excavación de los montículos aledaños al pueblo de Mata Ortiz.
Su fascinación por los diseños que permanecían intactos en los restos encontrados le llevó a estudiar la técnica y, después de experimentos realizados con diferentes métodos, logró una imitación perfecta. Actualmente la calidad de este estilo de cerámica y sus diseños la colocan entre las más finas del mundo.
Su elaboración consiste de barro de fina arena horneado, de gran fragilidad. Los símbolos y diseños exclusivos de las culturas del norte, son plasmados con instrumentos encontrados en la naturaleza.
Estos diseños son composiciones geométricas ya sea de influencia prehispánica o propia de los artesanos, con un extraordinario pulso, que dibujan principalmente líneas rectas y delgadas, curvas, diagonales, círculos, triángulos y cuadrados, mezclados con animales, plantas, aves, peces, hombres y emblemas de la naturaleza.
¿Tienes alguna pieza de alfarería mexicana en tu colección? Cuéntanos en la sección de comentarios.